La bota en la cara

No recuerdo cuando quise saber más, pero la inquietud llegó y no pude contenerla. Había confundido recuerdos y los triciclos de mis sueños se confundían con nuevos escenarios, más calurosos y más verdes y más sabrosos.
No recuerdo cuando quise saber, pero las preguntas empezaron. La estrella de mi bandera se había multiplicado por siete, y algunos colores mutaron, mientras mi padre ahora esbozaba una tranquila sonrisa.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día escuché la palabra Exilio y no la entendí. Fue una palabra dolorosa, fría, lejana, injusta. Exilio en el diccionario de mi vida se erigió como una palabra sangrienta, cruda. Aprendí que exilio es una palabra grave, gramática y humanamente hablando.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día pregunté y me respondieron con un abrazo y con una lágrima. El abrazo masculino y la lágrima femenina. El abrazo que llora y la lágrima que abraza. Y yo que no entendía. Y yo que aún no entiendo.
No recuerdo cuando quise saber, pero tenía que saber, lo merecía, lo exigía mierda! Si a mi también me exiliaron, o creíste que la gente se va sola. No, nos fuimos cuatro, incluso uno nació por allá por los exilios, a ese también le estrellaste la bota en la cara.
No recuerdo cuando quise saber, ni siquiera recuerdo si algún rumor trató de responder a mis gritos. Mi memoria sólo afirma coloridas fotos de mis manos volviendo a abrigar una única estrella tatuada en la bandera, y el desgarro de mi madre y de mi padre. Del padre masculino y de la madre femenina. Y de la bota en la cara… esa bota no se olvida, aunque la quieras borrar, esa bota no se olvida.

0 opinólogos: