La bota en la cara
0 Comments
»
No recuerdo cuando quise saber más, pero la inquietud llegó y no pude contenerla. Había confundido recuerdos y los triciclos de mis sueños se confundían con nuevos escenarios, más calurosos y más verdes y más sabrosos.
No recuerdo cuando quise saber, pero las preguntas empezaron. La estrella de mi bandera se había multiplicado por siete, y algunos colores mutaron, mientras mi padre ahora esbozaba una tranquila sonrisa.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día escuché la palabra Exilio y no la entendí. Fue una palabra dolorosa, fría, lejana, injusta. Exilio en el diccionario de mi vida se erigió como una palabra sangrienta, cruda. Aprendí que exilio es una palabra grave, gramática y humanamente hablando.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día pregunté y me respondieron con un abrazo y con una lágrima. El abrazo masculino y la lágrima femenina. El abrazo que llora y la lágrima que abraza. Y yo que no entendía. Y yo que aún no entiendo.
No recuerdo cuando quise saber, pero tenía que saber, lo merecía, lo exigía mierda! Si a mi también me exiliaron, o creíste que la gente se va sola. No, nos fuimos cuatro, incluso uno nació por allá por los exilios, a ese también le estrellaste la bota en la cara.
No recuerdo cuando quise saber, ni siquiera recuerdo si algún rumor trató de responder a mis gritos. Mi memoria sólo afirma coloridas fotos de mis manos volviendo a abrigar una única estrella tatuada en la bandera, y el desgarro de mi madre y de mi padre. Del padre masculino y de la madre femenina. Y de la bota en la cara… esa bota no se olvida, aunque la quieras borrar, esa bota no se olvida.
No recuerdo cuando quise saber, pero las preguntas empezaron. La estrella de mi bandera se había multiplicado por siete, y algunos colores mutaron, mientras mi padre ahora esbozaba una tranquila sonrisa.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día escuché la palabra Exilio y no la entendí. Fue una palabra dolorosa, fría, lejana, injusta. Exilio en el diccionario de mi vida se erigió como una palabra sangrienta, cruda. Aprendí que exilio es una palabra grave, gramática y humanamente hablando.
No recuerdo cuando quise saber, pero un día pregunté y me respondieron con un abrazo y con una lágrima. El abrazo masculino y la lágrima femenina. El abrazo que llora y la lágrima que abraza. Y yo que no entendía. Y yo que aún no entiendo.
No recuerdo cuando quise saber, pero tenía que saber, lo merecía, lo exigía mierda! Si a mi también me exiliaron, o creíste que la gente se va sola. No, nos fuimos cuatro, incluso uno nació por allá por los exilios, a ese también le estrellaste la bota en la cara.
No recuerdo cuando quise saber, ni siquiera recuerdo si algún rumor trató de responder a mis gritos. Mi memoria sólo afirma coloridas fotos de mis manos volviendo a abrigar una única estrella tatuada en la bandera, y el desgarro de mi madre y de mi padre. Del padre masculino y de la madre femenina. Y de la bota en la cara… esa bota no se olvida, aunque la quieras borrar, esa bota no se olvida.